miércoles, 19 de enero de 2011

LA CUESTIÓN DE FONDO

 “Una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto…” Puedo adivinar un general asentimiento de los lectores ante esta afirmación de Juan Pablo II. Sin embargo, la cuestión no debe ser tan obvia cuando el evitar que se “violenten radicalmente los principios en los que se configura nuestra convivencia” es lo que al parecer impulsa a alguien tan aparentemente sensato como el señor Jáuregui, a la sazón ministro de la Presidencia, a anunciar, en un alarde de totalitarismo, un nuevo Consejo destinado a censurar los programas televisivos.
Se escandaliza el señor ministro porque personajes de “dudoso mérito” puedan convertirse en ejemplos para la sociedad, mas, si como es tristemente evidente, no es el mérito requisito necesario para ocupar un escaño o malgastar el dinero de los contribuyentes, ¿por qué ha de serlo para vociferar en un plató de televisión?
Pero la cuestión de fondo no es ésa. Lo que aquí subyace es un afán perverso de silenciar ciertos contenidos televisivos que manifiestan, acertadamente o no, su desacuerdo con las políticas del Gobierno. Es un ejemplo más de actuación sectaria que, apelando a los principios, pretende imponer un pensamiento único pisoteando algo tan inherente al ser humano como la libertad.

Serafín Alcázar Cuesta

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