Perpetuarse en el tiempo

Cuando una dictadura quiere perpetuarse en el tiempo, lo primero que hace es tratar de destruir a la oposición. Esta es una de las pocas ideas claras que tiene el actual presidente del gobierno de España y que ha sido su prioridad desde que llegó al poder para llevar a cabo su proyecto totalitario. Para ello son imprescindibles dos requisitos: una ambición desmedida por ostentar el poder como sea y una falta total de escrúpulos para conseguirlo, y el señor Zapatero los cumple sobradamente. No hay obstáculos morales que se lo impidan, pues cuando un iluminado se cree el elegido del destino para guiar a un pueblo, echa mano de cualquier resorte de los muchos que el poder le otorga para desbrozar el camino que nos lleve a su imaginario País de las Maravillas. En esa ensoñación estorba el PP. Es por eso que desde el inicio mismo su mandato puso a trabajar a sus peones de brega para eliminar a nuestro partido de la vida pública. Sus apesebrados y bien cebados voceros claman cada día en los medios de comunicación afines las maldades de la derecha heredera del franquismo, el fascismo y la más rancia tradición católica, que les impide el despegue hacia el progreso que representa el socialismo, aunque la obstinada realidad nos muestre otra cosa. Una mentira repetida machaconamente acaba calando entre el público si no se contrarresta con la presencia diaria de nuestro partido y nuestra gente llevando el mensaje de nuestro pensamiento liberal. Hemos resistido los embates de los sindicatos, los artistas de la ceja y los medios de comunicación afines al zapaterismo, todos ellos generosamente subvencionados por el gobierno con el dinero de todos. Hemos superado la marginación a la que se nos quería someter en el vergonzoso pacto del Tinell, que repugna a cualquiera que tenga un mínimo de conciencia democrática.
Las encuestas nos dan ventaja, pero no debemos relajarnos, pues ellos no vacilarán en hacer uso de cualquier artimaña con tal de seguir en el poder. Tienen muchos medios a su servicio para conseguir sus fines, pero nosotros tenemos la verdad y el futuro

F. J. Santos-Órejón